Después de Bambi, Disney produjo varios cortometrajes de animación incluyendo Los 3 Caballeros y La Leyenda de Sleepy Hollow, pero por lo general estas películas no tenían ni la calidez, ni la personalidad ni la excelencia visual de sus primeros largometrajes.
Walt Disney decidió volver al terreno de los largometrajes animados con Cenicienta: un cuento de hadas tradicional que podría volver a ilusionar al público. El género, sin embargo, no era nuevo y Disney tuvo que ser original para evitar una historia bien conocida desde una perspectiva novedosa.
Prácticamente todo el mundo conoce la historia de la Cenicienta. La muchacha, maltratada y explotada por su madrastra y hermanastras, recibe un día la visita de su hada madrina que la convierte en una bella y elegante princesa durante sólo unas horas. Cenicienta acude de esta forma a un baile organizado por el Príncipe, que se enamora locamente de ella, pero cuando el reloj toca las 12 de la noche la joven debe abandonar el palacio porque el hechizo dejará de tener efecto y volverá a ser una simple sirvienta. En su precipitada huida, la Cenicienta pierde uno de sus zapatos de cristal pero el Príncipe lo recupera y decide que cada joven del reino se lo pruebe hasta dar con su legítima dueña con quién se casará.
Al igual que ya había sucedido con Blancanieves, uno de los principales retos del equipo de producción de Disney fue rodear una historia esencialmente simple con suficientes secuencias para completar los 74 minutos de metraje. En parte, este objetivo se cumplió utilizando un amplio elenco de simpaticos animales: los ratones Jaq y Gus, los pájaros, el perro Bruno y el gato Lucifer, su enemigo colectivo.
Los animales cumplen un papel fundamental en la película, y están presentes desde la primera escena en la que los pajarillos despiertan y visten a Cenicienta. Durante toda la película las acciones de los humanos y los animales están perfectamente integradas (por ejemplo cuando el hada madrina transforma a Cenicienta y a alguno de los animalillos para ir al baile), y se aprecia perfectamente el tremendo esfuerzo que realizaron los animadores para lograr este tipo de coordinación.
Es fácil caer en la tentación de calificar Cenicienta como uno de los clásicos menos destacados de Disney, especialmente si se compara con otros largometrajes como Bambi, Fantasía o Dumbo que introdujeron importantes innovaciones en el mundo de la animación. Sin embargo, a pesar de ser una película relativamente sencilla tanto en su temática como en el plano técnico, Cenicienta puede considerarse una obra maestra gracias a la caracterización de sus personajes, a su ritmo ágil y fluido, y especialmente a su banda sonora con míticas canciones como «A Dream Is a Wish Your Heart Makes» o «Bibbidi Bobbidi Boo». La música es un componente decisivo en la producción de un largometraje animado, y sóla una canción puede transformar por completo una película para bien o para mal. Cenicienta es un ejemplo perfecto de cómo la música puede convertir a una película «esencialmente normal» en una auténtica obra de arte intemporal. Cada canción de Cenicienta contribuye perfectamente al desarrollo de la historia y algunas escenas, por ejemplo la tranformación de la Cenicienta mientras el hada canta «Bibbidi Bobbidi Boo», sencillamente no funcionarían sin la música. Todavía hoy, sesenta años después, nos emocionamos al oír esas canciones en los desfiles de los parques Disney.
Como ya hemos indicado, en el plano visual Cenicienta no es una obra extravagante ni rompedora. Sin embargo, sí tiene algunas ideas bastante innovadoras. Por ejemplo, la cara de la madrastra siempre aparece entre sombras haciendo destacar especialmete el brillo de sus malévolos ojos. Otro agradable efecto es cuando el hada madrina se materializa a partir de unas estrellas que parpadean en el cielo. Por último, el romántico aura que desprenden la Cenicienta y el Príncipe durante el baile se evocó mediante una inteligente utilización de color y contraluz especialmente cuando salen al jardín del palacio. Ciertamente estos detalles técnicos no son comparables a las innovaciones de Pinocho y otros clásicos anteriores de Disney, pero igualmente hay que ser conscientes de que en aquella época no había ningún otro estudio capaz de alcanzar este nivel de producción de forma habitual.
Quizás la cualidad más importante de Cenicienta es su capacidad de provocar una respuesta emocional del público. Leonard Maltin, uno de los críticos de cine más prestigiosos, escribió que hay más elementos en Cenicienta cuidadosamente diseñados para traumatizar y apenar al espectador que en prácticamente cualquier otro largometraje de Disney. Un alegato sorprendente, teniendo en cuenta que en la inmensa mayoría de las películas de Disney sus protagonistas suelen sufrir considerables penurias, pero aún así cierto. Las escenas en las que las hermanastras de Cenicienta hacen jirones su vestido o cuando la madrastra hace tropezar al Gran Duque que porta el zapato de cristal están diseñadas para emocionar al público y consiguen hacerlo de forma muy eficaz. Este tipo de contenido emocional involucran a los espectadores, y es uno de los mayores logros de Cenicienta. Curiosamente, lo que sí se echa en falta en esta película es algún tipo de castigo o escarmiento para la malvada madrastra y hermanastras de Cenicienta. Quizás no era necesario que los pájaros le sacaran los ojos a picotazos como concluye el cuento del los hermanos Grimm en el que se basa la película, pero no deja de ser desconcertante (especialmente para el público más joven) que las malas acciones de la madrastra y de las hermanastras no tienen consecuencia alguna.
Con Cenicienta Disney esperaba poder volver a producir un largometraje animado cada año, pero finalmente no sería posible. La película se anunció a bombo y platillo como una obra que llevaba 6 años en producción, aunque buena parte de ese tiempo se dedicó a preparativos y discusiones preliminares.
Cenicienta fue un rotundo éxito en la taquilla, algo que no le había sucedido a Disney desde Blancanieves, ingresando más de 4 millones de dólares en su estreno inicial. En las navidades de 1981 se volvió a proyectar Cenicienta en las salas de cine y una vez más batió todos los récords de taquilla ingresando 17 millones de dólares – más incluso que los estrenos de otras productoras, a pesar de tratarse de una película con más de 30 años de antigüedad.
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