Entrada para el Concurso de Relatos de Disney
Enviado por: María Angélica Cisneros
Argentina
Teníamos reserva por la noche para celebrar el cumpleaños de mi sobrina.
Puntualmente, ingresamos. Éramos 7 personas, entre adultos, adolescentes y una niña. El salón en el que estábamos era realmente de un castillo de cuento de hadas. Cada tanto, sonaban trompetas y una mujer, a viva voz (en inglés) decía algo así como: “Damas y caballeros, tenemos el honor de anunciar el ingreso de la familia… (y allí el apellido correspondiente) cuando la mesa estaba lista.
¡Era genial! Finalmente anunciaron a nuestro grupo y subimos por una escalera caracol (había ascensor también) y nos sentamos al lado de los ventanales. ¡Qué gran emoción! ¡Finalmente estábamos ahí! La moza cuando se dirigía a nosotros nos llamaba princesa, princesita o príncipe en el caso de mi hijo. Comimos bifes como los de acá (¡lo juro!), bien cocidos y riquísimos con un puré que estaba bárbaro. Nos dieron varitas mágicas y a mi hijo una espada, y luego dijeron unas palabras, y con la música del hada madrina nos indicaron que pidiéramos un deseo ( ¡volver a Disney!). Fue realmente hermoso. Mi sobrina de 15 años se sentó en la cabecera de la mesa, tenía los ventanales detrás y empezaron a pasar las princesas: Aurora, Bella, Ariel… Foto, autógrafo y en el momento que Blancanieves estaba en nuestra mesa empezó el espectáculo de Wishes. Veíamos todo a través de los ventanales, era increíble. Explosiones de luces y sonidos que caían en cascada, inolvidable. En ese momento se hizo el anuncio de un compromiso matrimonial, un muchacho le propuso matrimonio a su novia arrodillándose frente a ella, y todos aplaudimos cuando indicó que lo había aceptado. Filmamos los fuegos y llegó la moza con la torta de cumpleaños, todo el restaurante cantó con nosotros y enseguida nos trajeron una selección de postres para probar distintas variedades.
Nadie nos apuró, disfrutamos cada minuto. Ese día el parque cerraba a las 22:00, y ya eran como las 22.30. No había casi nadie, teníamos Magic Kingdom para nosotros y algunas personas más que salían también a esa hora. Con la música de las películas de Disney de fondo y el castillo cambiando de color (verde, amarillo, rosado, lila…) fuimos para Main Street viendo todo iluminado y a algunos empleados limpiando y acomodando sobre lo limpio, porque no había nada fuera de lugar.
Aprovechamos la soledad de la hora, sacamos fotos imposibles en otro horario, nadie nos apuró ,sólo nos saludaban y sonreían. Cuando finalmente abandonamos el parque, un señor se acercó a preguntarnos a qué hotel íbamos, porque ya no había buses. Entonces por la radio llamó y nos dijo que fuéramos a la parada 4 que un bus nos llevaría de regreso al hotel. ¡Y así fue! No lo podíamos creer. Era un sueño del que no nos queríamos despertar.
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