Entrada para el Concurso de Relatos de Disney
Enviado por Gabriela Puntieri
Argentina
Conocer los parques de Disney fue una ilusión que comenzó cuando apenas tenía 4 ó 5 años y esperaba cada domingo frente al televisor, para ver “El Mundo Mágico de Disney” en blanco y negro. Aquél castillo, que marcaba el comienzo del programa, iluminado por los fuegos artificiales y acompañado por su música característica, me transportaba al mundo que quería conocer pero que parecía muy lejano.
El tiempo pasaba y, viendo las películas y dibujos animados de Mickey, Pluto, Donald, era imposible no compararlos con otros dibujos y descubrir la ternura y la emoción que desde nuestro país de ilusiones nos transmitían. Y, junto con esto, el deseo de llegar a los parques era cada vez mayor y las posibilidades no parecían acercarse y quedaban sólo en un profundo deseo de la infancia.
El nacimiento de mis hijas me permitió plantearme el objetivo de llevarlas y, si bien sabía que debía esperar unos años para que realmente pudiesen disfrutar y atrapar toda la magia que Disney tiene, esta era la primera vez que lo sentía como algo posible. ¡Y finalmente llegó! En enero de 2010, con motivo de los 15 años de mi hija mayor, concretamos nuestro sueño.
Y sí, ya había dejado de ser mi sueño para ser nuestro. Fue un viaje planeado con bastante tiempo de anticipación, que hicimos con otra familia cuya hija también cumplía sus 15 años, y que todos, todos, disfrutamos como chicos. Para las “nenas” era conocer lo que todavía formaba parte de sus mundos, pero para los mayores fue como volver 30 años atrás en 1 segundo. Cada imagen, cada personaje, cada juego y hasta la ambientación en el hotel de Disney nos transportaba a nuestros mejores recuerdos de nuestra infancia. Si al inicio los más chicos buscaban los personajes para fotografiarse, al rato éramos los mayores los que estábamos haciendo las colas para ser los primeros en las fotos.
Es imposible contar y transmitir todo lo que sentimos, aunque estoy segura que cada uno de nosotros podría hablar por horas y recordar mil anécdotas diferentes. De hecho, cuando con mi marido empezamos a contarle a algún amigo lo vivido, mis hijas nos dicen que ya las hemos cansado con nuestros relatos pero, al final, ellas también meten sus bocadillos.
Fue tan increíble nuestro viaje, tan superior a lo que esperábamos encontrar, tan lleno de emoción que, en pocos días más y usando los 15 años de mi hija menor como excusa, estaremos partiendo nuevamente hacia Orlando. Nos acompañarán nuevamente nuestros amigos, aunque a su hija menor le faltan todavía 4 años para sus 15. La emoción creo que es mayor que para el viaje anterior, porque ahora sí sabemos qué vamos a encontrar y qué vamos a disfrutar.
Disney es un mundo mágico en donde todos queremos estar. ¡Allá vamos!
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