¿Alguien puede imaginarse un mundo sin Disney? Un lugar sin sus parques temáticos, sin sus historias y canciones, sin sus personajes…
¡Probablemente a más de un DisneyAdicto nos daría una buena depresión!
Pero, ¿y si os contáramos que Ariel, Buzz Lightyear o la mismísima Elsa de Frozen le deben su existencia a Cenicienta? Incluso Mickey Mouse no sería más que un lejano recuerdo de nuestros padres y abuelos de no ser por la princesa del zapatito de cristal.
Esta es la historia basada en el artículo original de Rotoscopers.com de cómo La Cenicienta fue la heroica salvadora de Disney cual príncipe azul, o de cómo la oscuridad puede convertirse en luz en apenas un instante…
Corrían los años treinta (finales de una década marcada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial) y Walter Elías Disney era ya una celebridad.
Sus cortometrajes de animación habían arrancado los aplausos por medio mundo, a pesar de que el negocio de la animación seguía siendo casi una utopía en la que solamente los estudios Disney lograban hacerse hueco.
Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial iba a dibujar un panorama desolador. Nada bueno trae una guerra, y entre sus muchas miserias y consecuencias la sociedad vivió un brusco cambio psicológico y anímico.
Toda esta convulsión sacudió a la compañía de Walt, asestándole un durísimo golpe con el estreno de su nuevo largometraje Pinocho. Si bien la historia del niño de madera fue un éxito de crítica, y a día de hoy sigue siendo una de las creaciones de Walt mejor valoradas por los expertos, en cuanto a su recaudación en taquilla fue un fracaso sin precedentes para los estudios.
Imagen cortesía de Disney |
Y el fracaso no vino sólo.
Fantasía, esa película tan personal de Walt, acompañó a Pinocho en el descarrilamiento de la compañía provocando unas pérdidas millonarias que superaron los 4 millones de dólares (una auténtica fortuna para la época).
Estaba claro que en aquellos momentos la sociedad daba la espalda al cine de animación, y a su mensaje.
Hoy en día es difícil imaginar como un fracaso concreto puede tumbar a una empresa como Disney. “El Llanero Solitario” supuso casi 300 millones de pérdidas hace unos años, pero en la actualidad Disney cuanta con gran cantidad de negocios y unos ingresos anuales que le permiten digerir esos fracasos sin dramatismo.
Pero hace casi 100 años, un estudio de animación era casi una quimera y solamente un genio como Walt Disney conseguía (a duras penas) llevar su compañía a flote en un campo donde parecía imposible hacer negocio.
Los estudios Disney se encontraron en una situación dramática, pero Walt no era una persona que se rindiera ante las adversidades. Así, el siguiente largometraje de la compañía fue muy diferente.
Sin la posibilidad de invertir grandes sumas de dinero, se dio la orden de crear una película que fuera (sobre todo), barata.
Con apenas 950.000 dólares, menos de la mitad del presupuesto de Blancanieves, vio la luz Dumbo. No sin muchos problemas, como la huelga de cinco semanas que mantuvieron los trabajadores de Disney por problemas salariales (estos, caricaturizados como los payasos del circo de Dumbo).
La falta de recursos obligó a utilizar técnicas de animación mucho más simples, fondos mucho menos detallados y una duración muy corta (apenas 64 minutos) por lo que Disney tuvo muchos problemas a la hora de llevarla a las salas cinematográficas.
Pero contra todo pronóstico Dumbo fue un éxito, un regreso a las raíces según la crítica de la época, directa al corazón.
Imagen cortesía de Disney |
La película del pequeño elefante se las arregló para generar 1.600.000 dólares en taquilla, una cifra no muy alta pero que fue un balón de oxígeno para la maltrecha economía de la compañía.
Pero la situación aún iba a empeorar…
Apenas un año después, Disney invirtió 1,7 millones de dólares en Bambi. Apenas fue capaz de recuperar lo invertido sin generar ningún beneficio, dejando patente que aquella época no era propicia para el cine de animación de Disney.
Imagen cortesía de Disney |
Prácticamente en la ruina, Walt sólo tuvo una salida para mantener su compañía a flote: aceptar una serie de encargos del ejército para crear cortometrajes de animación llenos de propaganda militar. Destinados tanto a subir la moral de las tropas como para enganchar nuevos reclutas, aquellas películas fueron un mal trago para la compañía, cuyo fantasma le ha perseguido durante décadas, pero la única vía para escapar del cierre.
Pero Walt no era una persona conformista.
Muchos le habrían aconsejado retirarse salvando los muebles e iniciar una nueva etapa. Pero ese no era el sueño de Walt. Crear a Mickey Mouse, o hacer historia en el cine con Blancanieves no era su meta, solamente el primer paso de su sueño.
Walt estaba convencido de que debía dar un giro radical para regresar a la senda de la que jamás quiso salir. Y para ello lo apostó todo, doble o nada, a una sóla carta. Una última película de animación, Cenicienta.
Imagen cortesía de Disney |
Pero esta no podía ser una película más. No podía ser otro fracaso comercial, ni siquiera un éxito moderado como Dumbo. No. Cinderella debía ser necesariamente un éxito mundial capaz de salvar a la compañía. Y la apuesta fue máxima, ya que Walt se las arregló para encontrar financiación e invirtió la friolera de más de 3 millones de dólares en la película.
Para rentabilizar semejante inversión, sólo valía un éxito de proporciones monumentales sin precedentes.
Nada se dejó en el aire con Cenicienta. La historia de Disney se basó más en la versión de Perrault que en la más popular de los hermanos Grimm. Y una apuesta personal y muy medida de Walt fue la introducción de animales que hablaban y actuaban, los simpáticos ratones, decisión tomada en pos de buscar un equilibrio entre un público más adulto y un público más infantil, una película que debía de cautivar a todas las edades por igual.
No fue un rodaje fácil, la presión era mayor que nunca, y se le unía la falta de tiempo que llevó al estudio a tomar atajos e incluso rodar escenas con actores reales para luego pasarlas al papel. Aquella película significaba la vida o la muerte para el estudio y la compañía de Walt, que además con una inversión tan fuerte, lo podía dejar en la miseria. Es por ello dificilísimo imaginar la presión en la que todos los integrantes del estudio vivieron los días previos al estreno.
Cenicienta se estrenó en 1950 y fue un éxito arrollador en todo el mundo.
Pero fue más que eso.
La banda sonora alcanzó una popularidad como nunca antes había ocurrido. “Bibbidi Bobbidi-Boo” en particular alcanzó una fama comparable al “Let It Go” de Frozen en la actualidad. Y Walt, el eterno visionario, aprovechó la situación comercializando la banda sonora que estuvo durante un año entre las más vendidas.
Imagen cortesía de Disney |
No fue lo único.
En una época donde la palabra “merchandaising” o incluso “derechos de imagen” no tenían apenas significado, Walt ya esbozó lo que sería el futuro de la industria, y Cenicienta se convirtió en un filón de ventas de muñecas y vestidos entre otros objetos.
Y así, queridos Disney Adictos, es cómo la empresa Disney se salvó del fuego.
La tenacidad de Walt, capaz de luchar por sus sueños hasta la extenuación, su apuesta arriesgada y su capacidad visionaria fue un coctel que unido a la magia de cierta hada madrina trazaron un nuevo rumbo para los estudios Disney.
Es fácil comprender por qué Cenicienta siempre tendrá un lugar especial especial en Disney. No fue la primera en llegar, ni la última de las princesas que han dejado su huella en la historia, pero aquella muchacha y su zapato de cristal fue la que salvó a Walt, su sueño, y gracias a ella las generaciones venideras que han vivido y viven la “magia Disney”.
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